Un titulo irónico, porque aquí no hay ninguna imagen, más allá de las que podamos imaginar. Müller nos presenta un doble espejo, que no refleja más que la opacidad de la visión. En una ventana, la figura frontal y a penas identificable de una mujer mira hacia fuera, los ojos escondidos tras la cortina. Pasado un tiempo, se desdobla y su fantasma, tan irreal como ella, entra en el cuadro contiguo y desaparece.