Este film de Kren suele describirse como un "film de comida, bebida, meadas y cagadas", en el que vemos un día en la vida de un hombre que se limita a beber cerveza, comer repollo y después excretar sus restos. El trabajo de la cámara es tan insoportablemente grosero que incluso los espectadores más curtidos muestran cierto bochorno.