Thunder se limita a un único espacio vacío (lo que parece ser un edificio universitario lleno de pasillos oscuros) y a un único gesto (la imagen fantasmal de una mujer que oculta y descubre su rostro con las manos). Un gesto de vergüenza, de timidez, habita así un edificio como un fantasma proyectado sobre sus paredes, capturado primero en una fotografía y reanimado después mediante stop-motion, a medio camino entre el mundo perceptible y el imaginario.
Mediante extraordinarias técnicas de animación, Ito reinventa la percepción llevándola al paroxismo y la sorpresa y construyendo así un mundo temporal y cinematográfico propio.
Luces intermitentes atraviesan el espacio como latigazos de electricidad, superposiciones de imágenes, demonios místicos y voces fantasmales habitan la película evocando una mezcla de misterio y terror.
