Homenaje al pintor ruso Kazimir Malevich, pionero del suprematismo, en el que De Hirsch realiza un pasaje de lo general (el espacio del museo, el público) hacia lo particular (las obras pictóricas, los detalles específicos), que resulta también un trayecto de lo figurativo a lo abstracto, hasta alcanzar una imagen nuclear: la propia De Hirsch viéndose reflejada en uno de los famosos cuadrados negros del pintor.