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Hoja de sala: I diari di Angela – Noi due cineasti

A propósito de las proyecciones de los días 10 y 13 de desembre de 2020

Angela Ricci mantenía un diario que llenaba de dibujos y anotaciones descriptivas: encuentros, viajes, lecturas, reflexiones sobre su proceso creativo. Cuando falleció en febrero de 2018, su compañero de vida y obra, Yervant Gianikian, decidió filmarlos: «Angela vuelve a la vida para mí en sus palabras escritas a mano, en la caligrafía ligera que acompaña sus dibujos y acuarelas. Miro nuestras películas olvidadas, las grabaciones privadas que están detrás de nuestro trabajo de relectura y resignificación del archivo del cine (…). Estos son mis recuerdos con Angela y de nuestra vida juntos. Al releer estos cuadernos descubro otros de los que no sabía nada. Nuevas cosas emergen de sus últimos escritos y dibujos».

I diari di Angela es otra forma de diario, una forma cinematográfica que, en vez de tomar el hilo del presente, tal como Angela lo seguía a diario, salta y remonta temporalidades alejadas entre sí, hasta componer un solo ovillo. El proyecto abarca dos capítulos, finalizados en 2018 y 2019, que transitan entre el cine, la fotografía, la pintura y la literatura, al tiempo que Gianikian pasa a mano las páginas del diario de ella. Atraviesa más de cuarenta años de pareja y de obra obsesiva y minuciosa, empeñada en retener la visibilidad de las imágenes de nitrato antes de su descomposición física y química, o su desaparición (tal como se ve en ese núcleo maravilloso de su cine que es el cortometraje Trasparenze). El movimiento de ese gesto de trabajo a cuatro manos repercute y hace más emocionante esta elegía amorosa, como si fuera una última mano tendida.

De la búsqueda de películas en 35 mm sobre los prisioneros de guerra del Imperio austrohúngaro, en un archivo en Rusia, a los viajes para proyectar sus películas en los Estados Unidos, en 1981; de la tumultuosa colisión de idolatrías en Jerusalén a la preciosa evocación, a partir de los dibujos de Angela y sus textos, de sus recuerdos sobre la Segunda Guerra Mundial, «la promesa hecha a Angela se renueva y brilla de nuevo a través de la escritura apasionada de sus páginas, que sin barreras cruzan el ojo estrecho y oscuro del mundo violento» (Gianikian).

Desde 1975, los dos cineastas, célebres por sus pioneras películas de archivo como formas de resistencia contra la amnesia histórica, decidieron mostrar «la contemporaneidad del pasado, la continua presencia del pasado»: cómo las imágenes de archivo, vistas hoy, revelan nuevos pensamientos y asociaciones a partir de la dialéctica entre pasado y presente. Ni archivistas, en rigor, ni documentalistas, la suya es una activación de la mirada que se acerca a los detalles de los fotogramas para descubrirlos y ver lo que no se vio o verlo de otro modo: «Lo hicimos con un proceso al que llamamos “cámara analítica”, un aparato de reproducción cinematográfica que construimos que nos permitía reproducir lo que habíamos visto en el proceso manual. En este material nos dimos cuenta de cómo caían los soldados cuando eran abatidos en la batalla: caían a una velocidad infinitesimal, en dos o tres fotogramas. Este movimiento no se ve ni en el cine ni en la televisión debido a la velocidad excesiva, una velocidad casi subliminal, y nos propusimos dar a ver exactamente eso que nosotros veíamos en el proceso manual, que en este caso fue la muerte de un soldado».

Aquí, sin embargo, la película se confronta con la muerte de una parte de esa mirada, la de Angela: ¿qué tipo de análisis o acercamientos caben ahora, qué clase de velocidades se pueden percibir? I diari di Angela recoge algunos fragmentos de sus obras, pero sobre todo contiene otro tipo de imágenes personales, en Super-8, vídeo o foto; a veces a modo de bloques en bruto de vivencias; otras, de álbum. Ya no son los fragmentos visuales ni los cadáveres de la Historia, sino los trozos de la historia en minúscula, la propia.

Podríamos acordarnos así de las frases que Philippe Lançon escribe en El colgajo para describir los vínculos entre fotografía y muerte: «lo que se ha capturado deja de existir al segundo siguiente; lo que vemos es la huella inmóvil de un instante, de una vida que ha terminado; e incluso esta huella terminará borrándose algún día. Lo que vemos al final es la condensación de todos estos fenómenos. No es por tanto ni una realidad, ni un recuerdo, ni una fantasía, ni una ensoñación, ni un ritual de resurrección, sino un poco todo a la vez».

Como en toda su obra, no se trata, en cualquier caso, de una disección o contemplación distante del archivo, ni tampoco de una estetización fetichista. Ya recordó alguna vez Angela Ricci que Marinetti había expresado su amor por la guerra —el que condujo a Italia al fascismo— con proclamas poéticas del tipo «del placer de abrir flores de sangre en el vientre de las mujeres etíopes». Por el contrario, y de nuevo, se trata de una aproximación cuerpo a cuerpo, en la que la materia de la película se arriesga a quedar contaminada —a ser engullida— por los cuerpos fantasmales que las imágenes aún no han desdibujado. Entonces, lo que en verdad vemos aquí, el motivo en todo instante de este díptico, es el viaje por las imágenes con el que Gianikian logra, mediante la proyección, que Angela sea presencia, que siga estando presente.

Gonzalo de Lucas


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