Turumba surgió de un encargo de películas de la ZDF alemana en las que cada cineasta debía partir de una frase del padrenuestro. Tahimik escogió «el pan nuestro de cada día», y sitúa su película en la aldea de Pakil (Filipinas), donde se celebra la procesión de la Virgen de los Dolores. Los personajes protagonistas —el niño Kadu y su familia— elaboran figuras de papel maché, que venden en la calle durante esas festividades, y viven de sus ganancias durante todo el año. Una turista alemana, directora de un centro comercial, decide comprar todo el stock y encarga otra gran remesa para la Oktoberfest. El pueblo se transforma en una cadena de montaje y fábrica infantil de producción estandarizada, en la que empiezan a producir figuras de perros salchicha —la mascota de las Olimpiadas de Múnich de 1972, en las que el propio Tahimik fue vendedor de souvenirs.
El mundo que muestra Tahimik encara la globalización y la homogeneización cultural, y transita entre los sueños tecnológicos y la autenticidad indígena. En sus películas se percibe el embrión de los procesos de individualización, de atomización de las subjetividades y de extenuación corporal que conforma el neoliberalismo, para confrontarlo a través de la liberación de energía vital, popular y colectiva.
Turumba, Kidlat Tahimik, 1981, 16 mm, 96’, VO subtitulada en inglés y castellano.
Proyección en digital.
Agradecimientos a Kidlat Tahimik.