La sensibilidad de Jean Eustache le acercó a una antigua ceremonia de su pueblo natal que filmó en dos ocasiones con la misma distancia y sinceridad, en una prueba más de su amor por los rituales. Se proponía "no hacer una ficción, sino un filme", y grabar cómo transcurre el tiempo, y cómo una sociedad evoluciona y se transforma a partir de la permanencia de un lugar y de una tradición. Es una obra de fulgor arcaico, testigo de la pasión de Eustache por la escritura desnuda de imágenes y palabras.
1ª PARTE
La Rosiére de Pessac II, 1979, 67'
2ª PARTE
La Rosiére de Pessac I, 1968, 65'