El cine de David Brooks se mueve entre lo que Jonas Mekas llamó «narrativas no estructuradas» —como las de las películas de Robert Frank y Alfred Leslie o Ron Rice— y la particular elaboración de un tipo de diario de una cotidianeidad frenética, con sus inventivas asociaciones de montaje y sus estructuras subjetivas.
Para Brooks, la cámara es una herramienta de exploración de las diferentes energías del mundo. En Carolyn and Me se suceden los amigos, los lugares y los viajes al ritmo de veloces y entrecortados movimientos. Los estallidos espontáneos de color no impiden que podamos reconocer en cada escena a las personas o los espacios en los que Brooks filmó. Por un lado, el cineasta trabaja con fuertes contrastes, como el paso del día a la noche o de la luz natural a la artificial. Por otro, el juego, en su lado más amplio, al igual que el sentido transitorio de las estaciones o de las rimas musicales, queda articulado como una forma de vida.
David Brooks:
Carolyn and Me: Part One, 1968, 33 min; Carolyn and Me: Part Two, 1968, 35 min; Carolyn and Me: Part Three, 1968, 36 min
Proyección en 16 mm, sin sonido.