La película sigue casi exclusivamente el itinerario de este viaje, comienza con un volcán de aspecto inofensivo y termina con un paroxismo de fuerzas aterradoras e incontrolables. Tazieff y su equipo de exploradores se aventuraron en los terrenos más inaccesibles y peligrosos para observar, lo más cerca posible del cráter, los espectaculares fenómenos de una erupción. También se trasladaron a las faldas de los volcanes para entender las condiciones de vida de los pueblos que conviven bajo la amenaza de un volcán latente.
Tazieff llegó incluso a filmarse a sí mismo con una segunda cámara, poniendo en escena su propio cuerpo ante la enormidad del fenómeno volcánico y de las fuerzas naturales que actúan. Este gesto de alguien que se arriesga para registrar imágenes que evocan lo inconmensurable fascinó a algunos de cineastas más innovadores de su época como Jean-Luc Godard o Chris Marker.
Les rendez-vous du diable, Haroun Tazieff, 1959, 35 mm, 80 min, VOSE.
Copia procedente de Gaumont.