Dedicado al poeta David Franks y con él mismo en el papel principal, su voz también aparece en la banda sonora. El color puro y unas cuantas imágenes fijas se alternan en una amplia variedad de permutaciones. Así pues, el espectador experimenta el film como un constante y con frecuencia agresivo parpadeo, que varía rítmicamente y actúa en los límites de la percepción.