Maziere se mueve hacia una estética rica en imágenes que, si bien no constituyen una pieza narrativa, hacen que los contenidos adquieran un peso poético especial. La película muestra lo que pudo ver Cézanne, pero en términos de estado de ánimo, sentimientos y atmósfera. Todo lo que se sugiere con las imágenes, se enriquece con los recursos que ha desarrollado Maziere durante más de una década en relación a elementos compositivos como el brillo, el color, la luz, el movimiento de cámara y la edición.