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Travelogues. La apropiación del mundo a través de las imágenes

A propósito de la proyección del 17 de febrero de 2022

Directores
Alfred Machin
Participantes
Oriol Sánchez

El travelogue o 'diario de viaje' fue un género de gran éxito durante los primeros años del cine que respondía al gran interés del público occidental por descubrir a través de imágenes (fotografías, tarjetas postales, ilustraciones y espectáculos precinemáticos) formas de vida exóticas, lejanas y culturalmente distintas en una época marcada por la expansión industrial y colonial. El término travelogue lo acuñó Burton Holmes en 1903, un reconocido conferenciante que daba charlas ilustradas sobre viajes con proyecciones de linternas mágicas y películas que presentaban tanto paisajes desconocidos como iconos turísticos a un público que aún no estaba acostumbrado a viajar por el mundo.

Las conferencias de Holmes eran similares a las de otras compañías itinerantes del momento como las de Lyman Howe o John L. Stoddard, las cuales combinaban formas del entretenimiento popular con otros elementos más pedagógicos. En sus veladas ofrecían películas acompañadas de comentarios hablados en directo y, en ocasiones, de efectos sonoros naturalistas reproducidos por un fonógrafo y/o un actor que, detrás de la pantalla, imitaba voces y ruidos asociados a lo representado en la proyección. Holmes y Howe empezaron a emplear las imágenes en movimiento hacia 1896-97, principalmente réalités o actualités que compraban a proveedores de empresas como Lumière, Pathé o Edison, aunque poco después contratarían a operadores de cámara, como Oscar Depue, para rodar sus propias películas durante sus increíbles travesías. Por lo general, hasta principios de la década de 1920, se pasaban la mitad de cada año viajando, fotografiando y filmando en numerosos países, y la otra mitad, presentando conferencias en ciudades estadounidenses y británicas. Como en ese periodo inicial los filmes eran de un solo plano y muy breves, se montaban, uno detrás de otro, en un orden determinado con el propósito de crear un programa más largo que podía consistir tanto en múltiples vistas de una región en particular como de distintos territorios y culturas.[1] En numerosos casos, estos registros cinematográficos de paisajes y sujetos exóticos significaron para muchos espectadores occidentales la primera experiencia de paisajes distintos a los de su entorno y generaron una gran influencia en la percepción que se tenía del resto del mundo. Por otro lado, el conferenciante que se presentaba a sí mismo como un experto en historia, literatura o política, podía tratar una variedad muy amplia de asuntos, por ejemplo, ideas sobre imperialismo o superioridad racial, cambiando el relato en función de su audiencia. De este modo, a través de un discurso romántico sobre la experiencia del viajero, se introducían los valores ideológicos de las elites sociales que avalaban este tipo de espectáculos considerándolos instructivos. Las películas de viaje presentadas por estas compañías adquirían significado a través de su contexto de exposición, servían para resaltar ciertos aspectos de las charlas y se exhibían como atracciones especiales al final del espectáculo.

En una época en la que viajar al extranjero estaba solo al alcance de unos pocos, el travelogue satisfacía el deseo de conocimiento y la curiosidad de un público con fantasías de evasión, permitía a los espectadores ser transportados a los espacios representados y explorar el mundo sin moverse de la butaca. Un subgénero temprano del travelogue, que contribuyó de manera destacada a crear la impresión de estar viajando, fue el de los phantom rides, unas películas filmadas desde el frente de una locomotora en marcha que permitían observar desde una perspectiva única[2] el efecto del movimiento continuo en el paisaje. Desde 1904, fueron explotados como atracciones de feria en los Hale’s Tours, unas salas de cine especialmente diseñadas como vagones de tren donde el público, mediante la combinación de sensaciones visuales, auditivas, táctiles y deambulatorias, tenía la oportunidad de viajar virtualmente.

Entre 1905 y 1915, a medida que las principales compañías cinematográficas como Eclipse, Gaumont y sobre todo Pathé, realizan películas comerciales de viajes, más largas y sofisticadas, para ser explotadas como parte del repertorio de los programas de variedades y de los nickelodeons, el travelogue se consolida como un género independiente de las conferencias. Durante este período, estas películas fueron filmadas en las colonias de los países europeos y otros lugares más remotos e inhóspitos por camarógrafos que trabajaban como autónomos para las grandes compañías. Considerados como meros técnicos, estos operadores no firmaban sus obras y se les pagaba por la película expuesta que enviaban a las agencias. Además, debían de proporcionar una descripción escrita con detalles precisos de lo que habían registrado para guiar el proceso de montaje y facilitar la redacción de los intertítulos que contextualizaban las imágenes de las películas para el público. La mayor parte de estos operadores carecían de un conocimiento profundo de los pueblos que visitaban, en consecuencia, sus tomas tienen la mirada del viajero que observa un paisaje desconocido y se detiene a fotografiar solo aquello que lo asombra o cautiva, recopilando una serie de vistas individuales que describen los lugares y sujetos que se encuentran en su camino (una cascada, los reflejos en el agua, un niño sosteniendo una fruta, un monumento en ruinas, una abuela vestida de luto o el crepúsculo en el horizonte). Así, evocando los estereotipos de los álbumes de tarjetas postales del siglo XIX, las formas de representación de los travelogues se establecieron según los valores de lo pintoresco,[3] favoreciendo una experiencia idealizada del paisaje y del 'otro', exótico, 'salvaje' y 'primitivo', cuyos hábitos y costumbres eran tan ampliamente diferentes a los del visitante, quién, por otro lado, excluyó de sus registros cualquier aspecto significativo relacionado con las condiciones de vida de los nativos bajo un régimen colonialista y racista que ocupaba su territorio y los civilizaba.[4] Mediante la construcción de un punto de vista y teniendo lo pintoresco como principio formal determinante, el travelogue modeló la representación de culturas exóticas con una imagen que enmascaraba los límites entre lo real y lo simulado, lo auténtico y lo fabricado, lo genuino y la imitación.

El color aplicado fue ampliamente usado en los travelogues y una de las señas de identidad de este género. Al principio, estas películas se exhibían en blanco y negro o tintadas y viradas con colores monocromos, hasta que en 1909, debido a la mecanización y al perfeccionamiento del estarcido (Pathécolor), se logró un efecto estético cercano al realismo. En las películas de no-ficción se empleó para simular los colores naturales del mundo real y aumentar la 'autenticidad' de lo representado. Sin embargo, en el travelogue la visión de paisajes desconocidos exhibía una encantadora atmósfera que difuminaba los límites de lo real, fomentando en el observador una huida emocional hacía la fantasía, el sueño y el deseo de 'apropiarse del mundo a través de las imágenes'.

Oriol Sánchez

 

 [1] La publicación de La vuelta al mundo en ochenta días de Julio Verne, popularizó los espectáculos de linternas mágicas con títulos como La vuelta al mundo en ochenta minutos. Por otro lado, el libro de Verne no es del todo un viaje por el globo terrestre, sino que se limita a países colonizados por el imperio británico.

[2] Los Phantom rides se caracterizan por la percepción de la cámara subjetiva, que expresa la impresión de un ojo moviéndose por el espacio.

[3] El término 'pintoresco' se utilizó por primera vez para referirse a los elementos materiales que debían incluirse en un cuadro, por extensión, también se denominaron «pintorescos» los elementos del mundo real que podían considerarse ya parte de un cuadro.

[4] Las películas de la compañía Edison se comercializaban bajo la etiqueta 'Conquest Pictures'.

 

Referencias bibliográficas

RUOFF, Jeffrey. (2006). Virtual Voyages: Cinema and Travel. Nueva York: Duke University Press.

PETERSON, Jennifer Lynn. (2013). Education in the School of Dreams: Travelogues and Early Nonfiction Film. Durham: Duke University Press.

GROO, Katherine. (2019). Bad Film Histories: Ethnography and the Early Archive. Minneapolis: University of Minnesota Press.

GRIFFITHS, Alison. (2002). Wondrous difference: cinema, anthropology & turn-of-the-century visual culture. Nueva York: Columbia University Press.

GRIFFITHS, Alison. «To the World the World We Show: Early Travelogues as Filmed Ethnography», Film History, (2014), vol. 11, núm. 3. Bloomington: Indiana University Press.

BARBER, X. Theodore. «The Roots of Travel Cinema: John L. Stoddard, E. Burton Holmes and the Nineteenth-Century Illustrated Travel Lecture», Film History, (1993), vol. 5, núm. 1. Bloomington: Indiana University Press.

BOTTOMORE, Stephen. «Rediscovering Early Non-Fiction Film», Film History, (2019), vol. 13, núm. 2. Bloomington: Indiana University Press.

CENTENO MARTIN, Marcos. «Las grietas de la imagen: una mirada a la trastienda de las primeras representaciones cinematográficas del pueblo ainu (1897-1918)», Secuencias, (2014), núm. 40. Madrid.

CUARTEROLO, Andrea. «Entre la educación y el espectáculo. Viajes virtuales y discursos etno-geográficos en los primeros travelogues argentinos», Geograficidade, (2012), vol. 2, núm. Especial. Niterói, Río de Janeiro: Universidade Federal Fluminense.

Fecha
17 febrero 2022

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