Una figura lanza un golpe a cámara que desata una reacción en cadena de quemaduras y desintegraciones en la propia película. Un grupo de sujetos vestidos de negro transportan un ataúd por las calles de Buenos Aires hasta las montañas de la Patagonia. Una casa a la intemperie es registrada minuciosamente como último refugio frente a las inclemencias del mundo externo. Una mujer que se parece mucho a una guerrillera atraviesa un paisaje selvático volviendo sobre sus pasos recurrentemente para observar a sus posibles perseguidores con un par de binoculares. Una cámara separada de su operador gira sin resolución en medio de un territorio natural virgen, desolado, ensayando una suerte de performance catártica.
Filmadas durante la tormenta de persecución, encierro y desapariciones de la última dictadura cívico-militar argentina (1976-1983), las películas de esta sesión —realizadas por algunos de los nombres capitales de la generación más influyente del cine experimental de este país— exigen ser vistas no solo como un corpus de films renovadores y desafiantes en su concepción de un nuevo lenguaje cinematográfico, sino también como documentos en primera persona de la realidad alienante y opresiva de la vida social y política de su momento. El hecho de que en el contexto más oscuro de la historia reciente argentina emergiera semejante serie de films, capaces de demostrar una libertad formal y argumental y, al mismo tiempo, ser tan arriesgados y despreocupados por sus posibles repercusiones, permanece como una de las paradojas más luminosas y subvaloradas del cine argentino.
Boomerang, Julio Otero Mancini, 1976, Super-8 a digital, 5 min; Testamento y vida interior, Narcisa Hirsch, 1976, Super-8, 11 min; Passacaglia y Fuga, Jorge Honik y Laura Abel, 1976, Super-8, 18 min; Sensación 77: Mimetismo, Marie Louise Alemann, 1977, Super-8 a digital, 8 min; Gamelan, Claudio Caldini, 1981, Super-8, 12 min.
Copias cortesía de los artistas.
Un programa de Pablo Marín.