Tras el vernissage de la escuela de Niza en el Museo del Ponchettes, Ben se vendó los ojos, la boca y las orejas, que también había sellado con cera, y permaneció sentado una hora con el letrero: "no veo nada - no oigo nada - no digo nada, sólo mi pretensión se presenta". Nada más: para él, el hecho de la ausencia de obra de arte se convierte en una obra de arte.