En noviembre de 1994, Adam Cohen viajó de Nueva York a Barcelona para filmar el Raval, un barrio al borde de la desaparición. El proceso de gentrificación en el que estaba inmerso en aquel entonces sustituyó los burdeles y bares que lo caracterizaban por edificios impersonales, borrando en el proceso la huella que la clase obrera había impreso sobre el patrimonio urbano. De este viaje surge Fire of time, una pieza que oscila entre el ensayo visual y el cine experimental. Se trata de una sinfonía urbana de atmosfera onírica que, bajo el influjo marxista de Walter Benjamin y la visión humanista de los pioneros de la street photography, reflexiona sobre la memoria y el olvido de los lugares, así como de las gentes atadas a ellos.