Una figura humana, inmóvil, se sitúa en el interior de un paisaje que se desarrolla ante él, envolviéndolo. No es un entorno estático sino que el paisaje se va descubriendo en sus cambios sutiles: la sombra del humo en la tierra, la niebla desvelando una montaña, un remolino en la arena… El hombre, de espaldas y paralizado, nos invita a contemplar en intimidad y con detenimiento los procesos de cambio en el entorno natural.