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Volver a mirar tocando la película: Las cineastas y la optical printer

Una playlist de Julia C. de la Fuente para el Archivo Xcèntric

La optical printer (impresora óptica), un dispositivo consistente en un proyector mecánicamente enlazado a una cámara para copiar película o crear efectos especiales, estuvo históricamente vinculada con el cine industrial, pero numerosos cineastas experimentales la emplearon también, en un ejercicio creativo de subversión, para realizar superposiciones, repeticiones, aceleraciones, ralentíes, detenciones, reencuadres, recortes o reescalados. En esta playlist presentamos algunas películas del catálogo realizadas por mujeres cineastas de diferentes generaciones, en las que se ha empleado la optical printer con distintas técnicas y efectos.

My Name is Oona, Gunvor Nelson, Estados Unidos, 1969, 9’

Los efectos especiales que Gunvor Nelson decidió para el retrato de su hija My Name is Oona (repetición, superposición y cambios de velocidad) fueron realizados por Loren Sears en una optical printer que fabricó él mismo, con un proyector Kodascope desmontado, un fuelle de extensión y una montura C, un tipo de montura estándar utilizada en las cámaras de cine de 16 mm para permitir el intercambio de objetivos. Influenciado por el entorno cultural de San Francisco de mediados de los sesenta, además de realizar sus propias películas experimentales, Sears también trabajó como técnico para la pareja Nelson, en esta My Name is Oona de Gunvor y en Grateful Dead (1967) de Robert Nelson.

Angel Blue Sweet Wings, Chick Strand, Estados Unidos, 1966, 3’

El uso de la optical printer en el trabajo de Chick Strand es bien conocido. En gran parte de su filmografía, hace un uso de la máquina de manera innovadora, creando composiciones visuales complejas y vibrantes a partir de imágenes capturadas en distintos contextos. Estas innovaciones le permitieron crear un estilo único y personal, explorando temas relacionados con la identidad, el cuerpo y la naturaleza. Su uso empezó a raíz de su encuentro con el cineasta Pat O’Neill durante sus estudios en  UCLA (Universidad de California). O’Neill le enseñaría varias técnicas de tratamiento de material fílmico, como el solarizado y el uso de la optical printer. Angel Blue Sweet Wings fue de sus primeras películas, y fue también parte de los primeros experimentos con estas técnicas, marcando el comienzo de una filmografía extensa, en la que el papel de la optical printer es fundamental.

Her Glacial Speed, Eve Heller, Estados Unidos, 2001, 4’

Utilizando imágenes de archivo filmadas en los sesenta y setenta, Heller utiliza la optical printer para subrayar las características materiales de la película, como el parpadeo de la luz o el grano de la emulsión, que está magnificado, y para realizar distintos efectos como la multiexposición o los cambios de velocidad, dibujando a través de la optical printer distintas asociaciones poéticas que evidencian la –corta– distancia entre el subconsciente y lo real. En sus propias palabras: «Me propuse hacer una película sobre cómo las constelaciones involuntarias de significado suben a la superficie de la comprensión a un ritmo ajeno al tiempo mundano. Esta premisa se convirtió en una profecía autocumplida. Comenzó a desplegarse un interior inesperado, hecho palpable por un trauma que sigue siendo abstracto.» El tratamiento manual de la película como ejercicio de toma de conciencia, como herramienta terapéutica.

Lilly, Jodie Mack, Estados Unidos, 2007, 6’

Combinando la optical printer con las técnicas de la animación en stop motion en 2D, la animación directa en película y el revelado manual, Jodie Mack consigue dar vida a una serie de negativos fotográficos que ilustran los «buenos momentos» de una familia, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Al animar esas fotografías y ponerlas en contraposición con el testimonio de Lilly, la película ofrece una afirmación sobre la verdad de las imágenes. Lo que se quiere recordar se fragmenta en la pantalla y, mientras las imágenes se deconstruyen, el relato completo llega a esbozarse.

The Time we killed, Jennifer Reeves, 2004, Estados Unidos, 94’

Gran defensora del 16 mm, Jennifer Reeves utiliza la optical printer en sus películas para ampliar las posibilidades expresivas. The time we killed cuenta la historia de una poeta (Lisa Jarnot) con agorafobia, encerrada en su apartamento en Brooklyn durante la guerra de Irak. Sus sueños, las noticias en la televisión, los recuerdos que imagina y que recrea, son mostrados con una variedad de texturas. Al aumentar el tamaño del grano mediante el refotografiado, aporta una textura especial a la película, que recrea las imágenes en la memoria.

Puedes visionar las obras de esta playlist en el Archivo Xcèntric.

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