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Programar películas experimentales para público infantil

Un artículo de Marie-Pierre Bonniol

 

 

Empecé a programar películas experimentales para público infantil a principios de la pandemia y del primer confinamiento, en la primavera de 2020 en Berlín. Como mucha gente, sobre todo del mundo del arte y de la cultura, estaba muy angustiada porque la mayor parte de los proyectos en los que trabajaba desde hacía meses se anularon, perdí mis ingresos de una manera brutal, no tenía ninguna perspectiva a corto y medio plazo, y tenía que responsabilizarme de mi familia a tiempo completo, tuve que escolarizar en casa durante muchas semanas a mis dos hijos de 3 y 7 años.

A pesar de que no podía influir en la situación, podía trabajar para generar energía a partir del contexto. Con Walter, mi hijo mayor, enseguida se nos ocurrió hacer una película el mes de marzo, Korridor (2020, 1’ 16”) que consistió en filmar un tendedero en nuestro pasillo sin ventanas, jugando con la luz y ensamblando las imágenes con  música que componíamos. Esta fue nuestra primera colaboración. La película se incluyó en un programa Fluxus de Re:Voir, que Mathilde Bila había iniciado por internet, y este fue el empujón para que empezara a circular. La animadora Giulia Palombino, responsable del taller de animación 2D Cool Marbles Stuff en el que participaba Walter en la escuela primaria, nos animó y nos apoyó mucho, lo que nos ilusionó enormemente. 

Como consecuencia de la película, de su difusión y de su acogida inicial, empecé a mostrar a Walter una película experimental por día, al terminar las clases diarias que hacíamos en casa. A partir de esas películas y siguiendo los consejos de Walter empecé a organizar una playlist en YouTube para compartir ese material con la gente de Neukölln, el barrio donde vivimos. En ese momento no hablaba demasiado bien alemán y pensé que tenía mucho sentido compartir películas sin diálogo porque me  permitían implicarme en el barrio haciendo circular materiales que me parecían interesantes con las otras familias, y que podían servir para cortar los bucles de vídeos hipnóticos que a veces absorben a niños y niñas.

Esta playlist, llamada Experiment 120, abarcaba 120 años de películas experimentales, desde Meliès hasta vídeos gráficos animados, pasando por Norman McLaren, Len Lye y Sesame Street. Tuvo buena acogida y circuló por numerosos países, protagonizando artículos en Brasil, Hungría, Rumanía, Bélgica y China. Gracias al apoyo de Collectif Jeune Cinéma y a su administrador del momento, Théo Deliyannis, esta iniciativa se pudo transformar rápidamente y creamos programas de diversas temáticas centrados en la música, los juegos, el agua, los retratos, las vacaciones, los transportes y trabajamos con instituciones y estructuras asociadas en varios países, como el  CAPC, Le Lieu Unique, el Centro Pompidou de Metz en Francia, el festival Borealis en Bergen o la Film-Maker's Cooperative de Nueva York, tanto por internet como presencialmente.

Este marco propició que surgiera una programación que, en realidad, es la única que yo habría sido capaz de organizar jamás. De hecho, los largometrajes me hacen perder la paciencia y las llamadas construcciones de ficción me exasperan porque manipulan y orientan las emociones. Tengo una relación muy complicada con el cine, podría decir  incluso que es inexistente: soy hipersensible y me afectan mucho los trabajos con los que entro en contacto, y las películas que responden a un cierto formato, a menudo me impactan demasiado. Así mismo, no soy capaz de mirar series. Trabajar a partir de formatos muy cortos, experimentales, me permite estar en contacto con numerosas formas de manera «segura», y apreciar toda la belleza de las posibilidades que me brinda el soporte audiovisual en sus dimensiones visuales, sonoras, gráficas, secuenciales, mientras me mantengo dentro de una duración que me permite un contacto que no graba necesariamente como una inscripción.

Esta relación es la que dirige mi programación: en un momento en que los algoritmos y las consultas compulsivas conforman en muchas familias los nuevos horizontes audiovisuales para niñas y niños, ¿cómo es posible presentar múltiples formas que siembran posibilidades de hacer, de ser, de ver y de proyectar? Las formas experimentales audiovisuales, en un sentido amplio que incluyen todo tipo de creaciones originales, propias, singulares, constituyen una reserva de aperturas hacia múltiples prácticas, de la pintura a la animación, de la creación digital a la música, que invitan a una escritura de la emoción y de lo que constituye, al menos por un instante, el yo.

Las películas experimentales de formatos muy cortos, muestran que se pueden realizar películas sin guion, sin clímax, sin un enorme dispositivo de producción. Se pueden hacer películas con teléfonos, lápiz y papel, hojas de calco, movimientos de ordenador, cámaras de foto, libros, imágenes, elementos naturales, objetos. Esta libertad y esta posibilidad de tener una película acabada sin grandes conocimientos previos, es una posibilidad no solo para la persona que hace la película, que se siente realizada con el acto artístico, sino también para los espectadores y espectadoras que entran en contacto con otros modos de ver, de sentir, de vivir y de dar forma.

Mis programas son muy heterogéneos y pueden presentar a su vez filmes originalmente hechos sobre película, grabaciones de obras e instalaciones, vídeos de artistas, vídeos de demostraciones, películas hechas por niños y niñas, animación. Desde su creación, los programas han contado con la colaboración de varias personas como la programadora de películas de animación Maria Pia Santillo, que ahora en 2023 ha montado Tondo, su estructura de curadoría y de distribución, también la artista y curadora Marion Orel y la curadora Francesca Veneziano. Además, he tenido la suerte de recibir los consejos del realizador y curador Théo Deliyannis, pero también de Ute Aurand, realizadora y coprogramadora de Grosses Kino, Kleines Kino, el programa de películas para público infantil presentado por Arsenal desde 2016 en Berlín. El papel de los distribuidores es también fundamental y colaboro regularmente con distribuidores como Circuit en Nueva Zelanda y Collectif Jeune Cinéma en París, por ejemplo, pero también con otros fondos y colecciones. Por otro lado, siempre velo para que las realizadoras ocupen un espacio preponderante en mis programas, que cada vez es más notable.

La duración de las películas varía generalmente de 1 a 4 minutos y son todas sin diálogo. En este sentido, las condiciones en las que creé el programa fueron cruciales: vivir en un barrio multicultural sin conocer bien la lengua local, me obligó a pensar directamente el proyecto en sus dimensiones transnacionales, sin barreras de lengua. Por esta razón, los créditos iniciales de la película Boogie-Doodle de Norman McLaren,  realizada en 1940 y distribuida en 1941 por l’Office national du film du Canada, también ha sido un elemento clave: presentando los créditos de la película en ocho idiomas sobre fondo de sonidos sintéticos e hipnóticos, estos créditos contribuyen al propósito arquetípico de la película, que pretendía ser universal. La incorporación en 2009 de la obra de Norman McLaren en el registro internacional «Mémoire du monde», lista de las colecciones del patrimonio documental de interés universal establecida por la Unesco, será uno de los logros de este proyecto.

Esta dimensión universal me interesa mucho. ¿Qué forma es capaz de circular en diferentes países, con diferentes públicos, y conseguir disparar el apetito por las formas artísticas y culturales, y la creatividad? La película experimental me interesa porque no está para distraer, sino para transmitir una cierta forma de asombro: asombro por lo que es, asombro por lo que en ella se revela, asombro por todo lo que se puede crear y transformar, asombro por todo lo que se puede hacer para cambiar el mundo y la visión que tenemos de él. A menudo digo que los programas de películas experimentales, en general, son recomendables para todo el mundo. Con cada programación, una idea –como un grano de polen– dejará su marca en la memoria y dará una nueva dirección, una respuesta, a algo que llevamos dentro. Necesitamos sorpresas, de belleza. Los niños y niñas también. Eso es lo que quiero compartir.

En 2023, Gloria Vilches, responsable de Xcèntric, el cine del CCCB, me invitó a programar sobre dos temas concretos, la música y el agua, para el ciclo Cinema 3/99 que se inauguró en 2022. Nuestra colaboración, a modo de pimpón, es la que experimento y vivo desde que nacieron mis programas: una publicación en la red de diferentes perlas encontradas, una lectura curatorial común y afinada, un verdadero gusto por la transmisión, y una lectura abierta de las formas y de las cosas a la altura de niños y niñas, aprovechando la feliz apertura que supone este período antes de la adolescencia. Porque para mí, este período es el momento de establecer contactos y de proponer alternativas, de ofrecer un espectro más amplio, a todo lo que normalmente está pensado para un público infantil, con formas maravillosas y sorprendentes para todas y todos, de 3, 7, 10 años a 99 años.

Fecha
19 julio 2023

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