Compuesta por mitos, fantasmas, ideología y poesía, esta película nace de la experiencia del trabajo comprometido a lo largo de cinco años en colaboración con la Comunidad Indígena de Coconuco y el CRIC (Consejo Regional Indígena del Cauca). Según Silva, era crucial integrar el pensamiento mágico en el discurso fílmico. «Desde ese universo estaban representando las formas de dominación como símbolos, símbolos desde la conquista hasta hoy y nos daba la posibilidad de ilustrar cómo es de complejo y de largo el proceso por el cual un grupo pasa de la sumisión a la organización».
Marta Rodríguez, alumna de Jean Rouch y formada en antropología, y su compañero, el fotógrafo Jorge Silva, partían de la idea de convertir el cine en un instrumento cultural y de denuncia. Por esto, han dedicado toda su obra a retratar las luchas sociales de los campesinos e indígenas del territorio colombiano. Tanto los largos períodos de investigación y realización, como la integración participativa de las comunidades en los mismos procesos de fabricación y montaje de las películas, han sido constantes en su búsqueda por combatir la historia oficial colonial a través de la memoria popular y su acción política.
Nuestra Voz de Tierra, Memoria y Futuro, Marta Rodríguez y Jorge Silva, Colombia, 1981, 16 mm, 108'
Proyección en digital. Copia procedente de Arsenal.