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Después de las redes: en defensa de Adam Curtis

A propósito del ciclo de cine y debates "Adam Curtis. Una historia natural del poder"

Directores
Adam Curtis
Participantes
Mark Fisher

Adam Curtis está en lo cierto al afirmar que los discursos sobre «la autoorganización» y en contra de las jerarquías ni son originales ni tienen por qué entrar en conflicto con la lógica del neoliberalismo.

En cierta ocasión, en una reunión informal tras las protestas organizadas por el Congreso de Sindicatos (TUC) contra los recortes gubernamentales, tenía yo el turno de palabra cuando un pequeño grupo entre el público empezó a mostrar discretamente su desacuerdo. Yo mantenía que lo que debemos hacer ahora que el neoliberalismo está en crisis era imponer una nueva ortodoxia, ante lo que ellos disentían. Por lo que pude entender, aquella gente no pertenecía a ningún tipo de organización política; más bien, trataban de hacer patente su desdén ante cualquier organización política como tal.

Para ellos, según declararon, no tenía sentido participar en los procesos políticos existentes, o competir por la hegemonía en los medios de comunicación. Además, acusaban a los sindicatos de ser «burocráticos» (no obstante, tal como señalé, ¿no era acaso la estructura «burocrática» del TUC la que permitió que medio millón de personas incluidos ellos se manifestaran por las calles de Londres?) Opinaban que lo mejor que se podía hacer era mantenerse lo más alejado posible de las estructuras del Estado; que era más deseable la influencia propiciada sobre algunas de las personas con las que uno pudiera llegar a relacionarse. Parecían creer, de hecho, que era más probable un vuelco espiritual, así en general, que la mínima reforma lograda a través de la política organizada.

Lo que más llamaba la atención de dichos planteamientos (defendidos por personas que presumiblemente se consideraban de extrema izquierda) era su notable sintonía con la retórica de la «Gran Sociedad» impulsada por David Cameron. Al igual que Cameron, argumentaban que el control  desde instancias superiores, el gobierno, la jerarquía y la burocracia eran mecanismos obsoletos, ineficientes y opresivos.

He de decir que creo sinceramente que este tipo de visión pseudoanarquista se constituye como uno de los paradigmas ideológicos predominantes de nuestra época. La reciente serie televisiva de Adam Curtis All Watched Over By Machines Of Loving Grace ha recibido críticas de todo tipo – incluso en esta misma página, en un post de Luther Blissett– pero sigo siendo de la opinión de que el ensayo televisivo de Curtis es oportuno y significativo precisamente porque trata, de algún modo, de identificar el contorno de dicha ideología. Lo que Curtis identificaba en la serie era una extraña mezcla, superficialmente paradójica, de fatalismo (el ADN apunta a que nada va a cambiar demasiado) y dinamismo más o menos entusiasta (los individuos representan una reserva infinita de creatividad). Pero la paradoja señalada es pura apariencia: al fin y al cabo, la visión de que nada puede cambiar a nivel político es perfectamente compatible con la confianza en «la creatividad» de individuos y de pequeños grupos.

El esfuerzo de examinar críticamente esta ideología reclama cierta urgencia dada la adopción por parte de nuevos grupos políticos de la mencionada retórica anti-jerárquica. De hecho, fue la mención que hizo Curtis de UK Uncut en un artículo que escribió en el Observer lo que provocó una gran parte de las airadas reacciones a las que tuvo que hacer frente. Yo, por mi parte, celebro rotundamente la aparición de un grupo como UK Uncut, sin que de ello debiera inferirse que acepte sin matices toda la retórica de la que se alimenta. 

 

All watched over by machines of loving grace, Adam Curtis, 2011

 

En mi opinión, All Watched Over By Machines Of Loving Grace, presenta al menos tres puntos claves sobre los discursos acerca de la autoorganización y el rechazo de las jerarquías. 

1. Pueden ser funcionales para el neoliberalismo

Una de las preguntas que Curtis se planteaba en la serie era, ¿por qué se ha permitido que la retórica de la autoorganización se propague tan alegremente bajo la hegemonía neoliberal? Parece incómodo reconocer que mientras el movimiento obrero «de los viejos tiempos», «jerárquico» y «burocrático» obligó al capital a conceder un Estado de Bienestar y la Seguridad Social, los grupos adscritos a la «autoorganización» han tendido a fracasar en sus objetivos declarados. Lamentablemente, lo mismo se puede decir también del reciente movimiento estudiantil. Sí, sería un terrible error subestimar la importancia de este movimiento: el hecho mismo de que la militancia alcanzara tal escala produjo una ruptura en la atmósfera supuestamente «post-ideológica» del Reino Unido. Pero al igual que con UK Uncut, la celebración del movimiento estudiantil no debería significar que consumamos toda la emocionante retórica que ha dado a luz, o que aceptemos las manipulaciones sobre sus éxitos y sus fracasos. Algunos llegaron incluso a proclamar que las formas supuestamente novedosas del movimiento habían «abolido la jerarquía»; aunque pareciera existir algo así como una jerarquía informal dentro del movimiento mismo. Muchos de aquellos estudiantes provenían de universidades del Grupo Russell, y algunos de los que promovían la idea de que la jerarquía había muerto eran licenciados en las universidades privadas de Cambridge y Oxford. Uno de los efectos perniciosos del énfasis en la jerarquía (y la antijerarquía), de hecho, es que difumina las cuestiones de clase.

Cabe señalar también que, si bien la retórica de la autoorganización ha terminado propagándose, el propio neoliberalismo ha utilizado todos aquellos mecanismos que pretende que la izquierda considere obsoletos: el control vertical, el gobierno, los líderes, la jerarquía y la burocracia. El neoliberalismo resulta tan vertical como uno desee: se origina en think tanks y sus ideas se propagan a través del gobierno y de los líderes más influyentes de cada partido (¿qué habría sido del neoliberalismo en Estados Unidos y en el Reino Unido sin Reagan y sin Thatcher?) Además, el poder neoliberal muestra que no existe una confrontación necesaria entre el poder de arriba hacia abajo y el poder descentralizado: en su lugar, el gerencialismo neoliberal es una combinación de los dos. En su post, Luther Blissett cita a Félix Guattari, pero el colaborador de Guattari, Gilles Deleuze, entendió a las claras la forma kafkiana que finalmente asumiría el poder neoliberal. Con una asombrosa clarividencia, el ensayo de Deleuze Post-scriptum sobre las sociedades de control describe un poder que es tanto de arriba hacia abajo (la gestión debe ser obedecida) como descentralizado (a través de sistemas tales como la «formación profesional continua», en la que el trabajador termina realizando su propia auto-vigilancia).

 

2. No hay nada nuevo en estos discursos

Curtis también demostraba que, a pesar de las apariencias que pretenden probar lo contrario, no hay nada «nuevo» en los discursos sobre la autoorganización y la antijerarquía. Algunos de nosotros conocimos dichos discursos por primera vez a través de la cibercultura en la década de 1990: en 1995, el editor de Wired Kevin Kelly, en su libro Fuera de control: la nueva biología de las máquinas, presentó la otrora última versión de la ideología que Curtis analiza en All Watched Over By Machines Of Loving Grace. La serie, no obstante, mostraba que estas ideas tienen una ascendencia que se remonta a las comunas de los años 60, a la cibernética de la posguerra y a los primeros días del movimiento ecológico. Todo esto es importante, porque el triunfo del neoliberalismo dependía de la imposición de una temporalidad que definía la jerarquía, el Estado y la disciplina organizacional como elementos viejos y la red, la distribución rizomática y la creatividad individual como nuevos. Sin embargo, este tipo de conceptos, absorbidos por Bill Gates y por las compañías de telefonía móvil, difícilmente pueden seguir siendo descritos hoy en día como «nuevos».

 

All watched over by machines of loving grace, Adam Curtis, 2011

 

3. La adopción de métodos de autoorganización podría ser contraproducente

Curtis también pone en duda la eficacia de esta retórica como base para las prácticas disidentes. Las críticas de Curtis en la serie se asemejan mucho a los argumentos presentados recientemente por Jodi Dean, sobre todo en su ensayo Democracy and Other Neoliberal Fantasies [Democracia y otras fantasías neoliberales]. Dean argumenta que incluso «aparte de hacerse eco de las críticas más destacadas que la derecha dirige al Estado, los izquierdistas no pudieron proporcionar una visión convincente de las nuevas formas de solidaridad social». (34) «El énfasis destinado a las estrategias de comunicación en red», añade, «desplaza la energía política del arduo trabajo de organización y de lucha». (40)

Tal vez el movimiento estudiantil y UK Uncut se hayan visto limitados precisamente por su compromiso con los discursos y prácticas sobre la autoorganización. El éxito de UK Uncut en su forcejeo contra el capital podría deberse no ya a su tan cacareada apertura en las redes sino al hecho de que se organiza en torno a un mensaje dogmático muy simple: si los evasores de impuestos pagaran más, no habría necesidad de recortes en los servicios.

En cualquier caso, el poder y la jerarquía no pueden ser abolidos por decreto. Cuando desaparece el poder formal, en su lugar puede aparecer una estructura de poder informal aún más opresiva. A lo que podemos enfrentarnos entonces, como Curtis demuestra, es a una de las peores situaciones del mundo, en la que dominan las fuerzas más manipuladoras, con una agresividad latente o desatada, y en la que la toma de decisiones es lenta y engorrosa. Una de las razones por las que el movimiento estudiantil ha estado tan ausente desde Navidad podría ser la carencia de una solidez institucional que permita que su antagonismo se siga haciendo notar una vez las iniciales muestra de apoyo, tan emotivas, se hayan diluido.

Y además de todo esto, ¿es la jerarquía algo intrínsecamente malo? Cuando estas disputas sobre la autoorganización estallaron en diciembre, Richard Seymour señaló que la jerarquía «es, como cualquier otra cosa, un orden de prioridades y tareas, una división del trabajo, que es indispensable para la organización política radical. Esto no quiere decir que no haya habido elitismo en la izquierda. Esto no quiere decir que todas las antiguas jerarquías sean defendibles. El sexismo, el racismo y el imperialismo pueden contarse entre los defectos de gran parte de la izquierda europea en el siglo XX, y yo sería el último en afirmar que han sido completamente superados a pesar de los efectos civilizadores que las luchas pasadas han tenido. Pero no hay nada sobre la jerarquía per se que sea objetable. Por otro lado, también existe la tiranía de la falta de estructura».

 

All watched over by machines of loving grace, Adam Curtis, 2011

 

El resultado de todo esto no es que haya que volver a lo que los neoliberales llamaban la «vieja» política, incluso suponiendo que eso fuera posible; pues eso no haría más que confirmar, en vez de desafiar, la temporalidad que el neoliberalismo ha impuesto. No se trata de tener que elegir entre un «viejo» y desacreditado estalinismo y un «nuevo» post-izquierdismo en red. Más bien, podemos aprender de lo que hicieron los neoliberales y utilizar un conjunto de estrategias. Es evidente que el movimiento sindical sigue siendo capaz de movilizar a cientos de miles de personas, como lo demostraron ampliamente el evento del TUC de marzo y la huelga del 30 de junio. El movimiento estudiantil y UK Uncut, por su parte, tienen energías, conceptos y estrategias de las que carecen los sindicatos. Una síntesis de estos dos enfoques produciría algo verdaderamente novedoso.

Gran parte del discurso izquierdista sobre la autoorganización proviene de una época en la que el estalinismo era un peligro claro y permanente; esa amenaza es, por decirlo de algún modo, casi inexistente en nuestros días. Los principales retos a los que nos enfrentamos ya no debieran apuntar hacia la crítica de estructuras anquilosadas, sino a la creación de nuevas organizaciones, instituciones y conceptos. Del mismo modo, la problemática ya no reside en el confinamiento a un conjunto demasiado rígido de dogmas ideológicos, sino más bien en un conjunto de ideas demasiado singulares y vagas como para plantear un desafío a las ortodoxias neoliberales que siguen dominando nuestros lugares de trabajo, nuestros servicios públicos y los medios de comunicación. El objetivo es, por tanto, producir una visión de la solidaridad social que sea realmente nueva, y la serie de Curtis es útil para demostrar que dicha tarea no puede lograrse mediante discursos redundantes sobre las redes y la autoorganización.

 

Mark Fisher

Publicado originalmente en http://www.newleftproject.org/index.php/site/article_comments/after_networks_in_defence_of_adam_curtis el 20 de julio de 2011,  bajo licencia Creative Commons (Reconocimiento-No Comercial 3.0). Fecha de último acceso: 24 de julio de 2018.

Fecha
9 octubre 2018

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