"Key West se encuentra cerca del extremo más meridional de Florida, no muy lejos de Key Largo. Al contrario que este, Key West no necesita los gangsters para hacer aparecer este paraíso en la tierra como una ilusión. Volviendo 50 años atrás, nos basta conectar con esas imágenes que - cada una por si misma - representaban una visión nostálgica de este paraíso: imágenes de coches como barcos que surcan la carretera, de chicas en bikini en la playa, surfistas cabalgando las olas. Una lección moral? Quizás sí. Pero por delante se impone otra pregunta: ¿por qué estas imágenes aun despiertan tanta fascinación cuando la mayoría hace tiempo que sucumbieron a los razonamientos del sentido común? ¿Por qué estas imágenes nostálgicas, menguadas de potencia pero aun efectivas, aparecen entre estrategias de alienación, la superposición y la mezcla de diversas imágenes, la obstrucción parcial de las palmeras que passan a primer plano, la intrusión de sonidos mecánicos en la armonía de la música del género? ¿Qué tienen que ver exactamente las imágenes de los coches, la playa y los surfistas bajo el sol de Florida y su promesa de libertad? Según Walter Benjamin, es el hecho de que esta promesa no se llega a cumplir nunca. Estas imágenes regresan como fragmentos de un sueño que - puesto que aun no se ha hecho realidad- se acerca bastanto a lo que sería una trauma. En este sentido, Key West muestra claramente el precio que se tiene que pagar para los sueños que se fundamentan en imágenes. "Incluso hace 40 años, un fin de semana en "Keys" era toda una experiencia sensual y una forma de escaparse de la vida laboral, en este caso de Miami. Podríamos apartarnos de la vida cotidiana con la ayuda de una plancha de surf: un aislamiento pacífico, en la búsqueda identitaria, donde encontrarnos a nosotros mismos submergiéndonos en el agua fresca o yaciendo bajo los cálidos rayos del sol" (T. Aigelsreiter)
